Los estándares de calidad son la máxima garantía, dentro de la industria alimentaria, tanto de legalidad como de seguridad y calidad. Procesos y productos son el objetivo de unas certificaciones, de distinto tipo, que conforman un conjunto de normas comunes que los actores que participan en el sector tienen que acatar. En esta ocasión pondremos el foco en la certificación IFS, uno de los más conocidos y relevantes.
La certificación IFS (siglas que corresponden a International Featured Standards) nació en 2003 como International Food Standard. Es de carácter internacional y fija un sistema único para evaluar la industria alimentaria bajo la norma EN 45011 de certificación de producto. Garantiza el suministro de productos que cumplen con la legislación en materia de seguridad y legislación en todas las especificaciones. Al mismo tiempo garantiza la transparencia y la rigurosidad de los sistemas de certificación, contribuye a mejorar la transparencia en toda la cadena de suministro y disminuye la dedicación de fabricantes y distribuidores en cuanto a tiempo y costes operativos.
La certificación IFS es quizá la prueba más reconocida internacionalmente en cuanto al cumplimiento de la normativa de seguridad alimentaria. Aborda todos los ámbitos que se consideran decisivos en los procesos de seguridad alimentaria, como la trazabilidad, la aplicación de protocolos de higiene o el cumplimiento de los principios APPCC (Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control).
Contar con el certificado en IFS no solo es una exigencia para la exportación de productos alimentarios, sino que hay un número cada año mayor de compañías de carácter nacional e internacional que solo trabajan con otras compañías que cuentan con esta certificación de calidad y seguridad alimentaria. Otra de sus principales ventajas es que ayuda a rebajar la cantidad de auditorías soportadas, como las de empresas de distribución y otros clientes, al mismo tiempo que dota a los clientes de una visión completa de cuáles son las fortalezas y los ámbitos de mejora de los proveedores.
Además de representar una ventaja competitiva, contar con una certificación IFS es la mejor garantía, de cara a los consumidores, de calidad, seguridad alimentaria y fiabilidad. Esto es especialmente importante en el caso de productos de ‘marca blanca’ o marca de distribuidor. Por último, una certificación de este prestigio sirve de defensa legal en el caso de que se produzca un incidente de seguridad alimentaria y de defensa de tipo jurídico dentro del ámbito del ‘due diligence’.
En España, para obtener la certificación IFS se necesita establecer previamente un sistema de gestión de la calidad como el APPCC basado en el Codex Alimentarius. También poner en marcha un protocolo de Prerrequisitos e Instalaciones de acuerdo con los requisitos GFSI. AENOR (Asociación Española de Normalización y Certificación) es una de las principales entidades autorizadas para proveer de certificación IFS.
En cuanto a los plazos, una vez solicitada a una de las entidades certificadoras un presupuesto, normalmente completando un formulario modelo, si se acepta se firma un contrato entre las dos partes en el que se señala la fecha de la auditoría de certificación IFS. La entidad envía el plan de auditoría IFS y la emisión del certificado se realiza en un plazo de entre 6 y 8 semanas después de la auditoría. La validez, por 12 meses, es efectiva contando desde la fecha de emisión que figure en el certificado IFS.
En el estudio para la concesión se tiene en cuenta la coincidencia con otros protocolos y certificaciones como el estándar BRC o la norma UNE EN-ISO 22000 de Sistemas de gestión de la inocuidad de los alimentos. En algunos casos es posible someterse a este proceso acompañándolo de otras auditorías, como la UNE EN-ISO 9001, ya que la certificación IFS se integra con facilidad con otras normas de seguridad.